Mi personaje inolvidable

Una receta de sugerencias para elegir una aventura propia dentro de un sitio ajeno para no leer y juntar la leña y contar palabra por palabra lo que es sentarse a ver el fuego desde su origen hasta el termino de la algarabía por que sin lectores no habría protestantes... sin acordes ni canciones Bienvenidos, aquí ya comienza nuestro camino...















viernes, 30 de abril de 2010

Gerald Hernán, el ebrio escritor, potea, trovado (1ra parte)

Conocido por su suculenta receta de palabras conjugadas con caguamas…
Despierta aquel vicioso con la saliva seca alrededor de sus labios, con los ojos colorados y totalmente despeinado; toma con los pies un par de calcetas y unos calzoncillos recién lavados, se para de la cama y se enfrenta al mismo dilema, no hay ropa en su armario, todas sus prendas ya las ha usado e incluso las ha puesto a lavar pero la cuestión es que aún no están secas.

Saca de una cubeta un pantalón estilando cientos de gotas de agua y del lavabo del baño agarra una camisa que ha absorbido toda el agua de la tubería; en el microondas coloca ambas prendas y comienza a calentarlas para que rápidamente estén secas para su uso, la ropa húmeda y arrugada le ha quedado, conecta la plancha y empieza a arreglar su vestimenta.

Un par de horas después sale de su casa despeinado pero muy bien vestido, higiene dental y corporal, pero qué diablos le ha pasado, ha salido con las sandalias puestas; en un instante regresa a su hogar, abre la puerta y balanceándose en las escaleras casi logra que una caída le cambie el día; llegando a su habitación se pone unos tenis deportivos y ahora si listo sale de su domicilio para ir a trabajar.

Caminando no tan apresurado ya que el reloj de bolsillo que cargaba marcaba exactamente las ocho de la mañana, teniendo dos horas máximo para llegar a su labor; mientras pasaba por las calles de Guadalajara se detiene bajo un puente para comprar un par de tacos al vapor con Doña Concha, entra a una tienda y compra su agua de lima y una coca-cola bien fría para refrescar la garganta, mete la mano a su bolsillo derecho y saca cinco pesos y con una expresión de mal gusto golpeó con su mano su frente diciendo –¡chingado me falta un peso!; mientras caminaba hacia la parada del autobús iba buscando monedas tiradas por la banqueta para ajustar su pasaje, vaya a ser su mala suerte que no encontró ni diez centavos.

Desesperado subió al autobús para ver si le aceptaban el pasaje con sus únicos cinco pesos, pues si se le aceptó el pasaje y con una sonrisa de satisfacción se sentó en el último asiento, al pasar por un tope (de esos que el gobierno se niega a arreglar), su desayuno salto hacia el techo del camión, al caer a su plato nuevamente se encontraba hecho pedazos, cubrió el plato con una servilleta para tirarlo al bajar, su agua se derramaba por el asiento de a un lado y su coca batida estaba.

A la media hora el autobús estaba a una cuadra del destino de este desafortunado hombre, tocó el timbre y el chofer se detuvo agresivamente al pasarse una luz roja, rápidamente el hombre bajó y frente a él tiró su desayuno en un bote de basura, sediento destapó su refresco y de repente espuma brotaba por todos lados de la botella, inmediatamente la cerró y siguió caminando.

Llegando al trabajo un estudio de grabación que su representante había contratado la mañana anterior, tomó su guitarra del auto de su delegado y entró a la cabina para cantar unas cuantas melodías, animoso y dispuesto terminó de tocar la primera canción pero esta había quedado mal, rasgó su guitarra unas tres veces hasta que por fin salió excelente, por desgracia se tenían que grabar por lo menos diez rolas ese mismo día; después de muchos trastes el trabajo terminó y al fin podía regresar a casa; la misma historia sólo que ahora no había luz en la calle ni dinero en sus bolsillos…

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