Mi personaje inolvidable

Una receta de sugerencias para elegir una aventura propia dentro de un sitio ajeno para no leer y juntar la leña y contar palabra por palabra lo que es sentarse a ver el fuego desde su origen hasta el termino de la algarabía por que sin lectores no habría protestantes... sin acordes ni canciones Bienvenidos, aquí ya comienza nuestro camino...















jueves, 9 de septiembre de 2010

Ella es

Mi mujer es la más hermosa.
Ella es única, asombrosa, tierna, mágica.
Encierra millones de miradas dentro de sus ojos.
Puede verlo todo con palabras.
Conoce hasta el más lejano espacio de mí cuerpo.
Conquista mi respiración y equilibra la imaginación.
Me eleva hasta donde jamás creí llegar.
Tiene el poder de saciar mis virtudes.
Concede las palabras y esconde en sus senos el gran secreto.
Escucha hasta el más añejo suspiro.
Ella es un ser casi extinto.
Puede contar al infinito y enamorarte con la su voz.
Toca los más agudos sonidos con sus labios.
Mi mujer es tan grande, que a veces dudo de ser solo un hombre.
Conserva la llave de mi mundo en su corazón.
Incita a enamorarme cada instante.
Me muestra las razones de vivir, las pasiones de amar y el sentimiento de conocer.
Ella me hace ver el mundo con otros ojos.
Llena mi persona de color.
Me convirtió en el hombre más rico, porque me entrego su tesoro, su corazón.
Deja que vea el color de su amor.
Sabe decir todo cuando es necesario.
Mi mujer es tan hermosa, por eso el sol le ilumina cada mañana.
Es la imagen celestial de la pasión al amarla.
Ella me inspira a conservar las ganas de más.
Es el fin de mi viaje.
Se convierte en el horizonte que algún día alcanzare.
Mi mujer es, es sin duda la mujer perfecta.
Ella es sumamente hermosa.

Mi mujer es precisamente la mujer más hermosa, tierna, sincera, dulce, compañera, adorable, mágica, risueña, cariñosa, alegre, comprensiva, dulce y encantadora de todo el mundo.
Ella es mi mujer, ella es mi niña, ella es mi jovencita y aunque digo que es mía yo estoy bajo su encanto, pero así es ella, sumamente hermosa.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Así es el

Por Hector Castillo


Hubiera preferido mil veces haber nacido en la república federal Alemana, que en este país de que se hunde más a cada segundo que pasa. Metal y trova de preferencia, por favor. Amante apasionado de las milanesas y el nestea. Tapatío de corazón; así es él. Poeta enamorado y melancólico a la vez, a veces ni el mismo sabe lo que escribe. Sus metáforas raras, insignificantes y complicadas dejan su sello inconfundible. La coherencia y él no se conocen, ni quieren hacerlo; así es él. Gran observador, escribe y critica todo a su alrededor. Jamás puede quedarse callado. Nada lo intimida; así es él. Un día es un poeta enamorado y al otro es un protestante insoportable. Un día te quiere y al otro te critica. Un día Hr. Dunkel y al otro Salvador Hermosillo.

sábado, 4 de septiembre de 2010

A ti, como te llames

Aun recuerdo aquel día. Ese día te veías tan bella, tan radiante, como un rayo de sol en la mañana de invierno frió. Jamás había visto algo tan hermoso, algo tan precioso, eras como un tesoro encerrado en un cofre por miles de años esperando a ser descubierto por algún alocado aventurero.

Caminaba ufano por las calles pensando en la dolorosa vida que llevaba, en todas aquellas mujeres que me habían dejado el corazón partido en cachitos; y de pronto, giré mi cabeza hacia la derecha, ahí estabas tú, sentada en una pequeña fuente descompuesta y con el agua sucia. El solo mirarte provocaba un contraste sorprendente, la fuente vieja, descuidada y sucia con algo tan claro y pulcro como tú.

No podía dejar de mirarte, las ondulaciones rubias que caían de tu cabeza hacia tus hombros, tus ojos bellos, azules, tan puros como las aguas de un arrecife, tus labios perfectos, rosados. Eras tan hermosa que de pronto me perdí en ti, no pensaba nada, no sabía quién era, no sabía nada. Eras tú y nada más.

De pronto, sentí un golpe. Y caí al suelo; veía mucha gente, te veía a ti. Y después todo se volvió blanco.

Si, efectivamente, había sido arrollado; fallecí casi instantáneamente. Intentaron resucitarme en la ambulancia pero fue en vano. Poco después de eso, me enteré que me habías acompañado en mi trayecto hacia la muerte; de verdad te lo agradezco.

Sin más, me despido. Te llamaría tú por tu nombre, pero no tuve el valor de pedírtelo antes de morir. A ti, como te llames, Te amo.

Para la ladrona de mis palabras:

S

iempre que escribo mis metáforas irregulares me estrello contra tu imagen presente, imagino toda la vanguardia que respalda tu integridad, así también las muestras de cariño que sabemos lo desagradables que pueden ser entre algunas personas; cada día que comienzo tengo la esperanza y la seguridad que estarás frente a mi ser (como mínimo veo una distancia de algunos metros), aunque sea mi falta de integridad sueño con que algún día tengas el descaro de leer mis cartas, escuchar mis gritos y hablarme de ti. Te pertenecen mis palabras, aunque no les conozcas, te ofrezco las tardes en las que el son nos deja a solas y sólo el color rojo ardiente encienda la respiración en nuestros ojos, quizá dentro de un tiempo algo lejano leras mi inconsciente personalidad, pero que no te sorprenda la privacidad ya que se trata de ti misma.

Observa como la muerte atraviesa mis lágrimas, disfruta el resplandor natural y refrescante que producen las melodías que, por mi descaro ahora llevan tu nombre, los libros de piedra los podremos leer juntos sobre la montaña del árbol de sombra gigante, con canciones románticas y una copa de vino quizá, pero tendremos en cuenta que será la tarde más siniestra que tengamos, donde las miradas mueren, y las palabras se silencian porque nosotros habremos enamorado a las mariposas del invierno con el sol en nuestras mejillas como el amanecer por la noche serena, en la que tu y yo estaremos más deseosos de caminar rumbo a la vida, por todas partes, por todo el tiempo, por todo el Universo.

Cuando te decidas a leer esto será cuando yo me decida a dedicarte estas palabras, pero notaras que es mentira cada frase, mentiras que no han sucedido, pero dentro de mi ya las he vivido y siempre han sido junto a ti; hace tres párrafos te diste cuenta -si es que lees esta carta- que mi anhelo es tener tu mano entrelazada con la mía y recitarte mil y un poemas, considerando mi disgusto por ellos, pero tu extraordinaria y hermosa apariencia hace que hasta pueda cocinarte el más exquisito sabor en el sol. Y así termina un relato entre líneas, yace un llanto cuando te observo sentada bajo la sobra de nuestro árbol leyendo las millones de voces con tu nombre adherido a ellas y la tinta que produces en mi cuando existo al escribirte solo a ti.

El aire pierde cuando mis dicciones se llenan de color, desearía ya no estar gris, pero ¡tú!, maldita locura, deseosa de mi vida, hasta derrumbar mis delirios; haces que los colores sólo te pertenezcan, de favores que nunca te pediré uno de ellos sería un color tuyo como descaro y abstracto amor, pero me quedo pensando en mi felicidad que me provoca poder besar tu boca, esos dos labios rosas, húmedos, provocativos de ser de tu propiedad, también de poder respirar el mismo aroma a perfume violeta que alucina con deshacerse de mí, de igual manera poder caminar guiado de tu mano.

Estoy perdiendo la capacidad de ver la luz con mis ojos de a dos por ti, manos para navegar que se nos pierden conforme desgastamos señas para odiarnos de tal manera que las sorpresas del desastre que nos puede hacer cambiar de vibraciones de miedo, pero nos buscaremos la mar dentro de las ruinas que perdimos un tanto más, pero aquí nacen ya nuestros enemigos; la vergüenza de los pasos y miradas desencadenadas.

Tuyo

Hr. Dunkel

jueves, 2 de septiembre de 2010

Ojos Cautivos

Para mi querida desaparecida:

Cada mañana, cada noche, sueño con un mundo obscuro completamente encerrado en las tinieblas, espero cada día tu regreso hacia el país de tu conquista, hablemos de ti como una sombra en el agua, hablaré en tono claro y si puedo lo escribiré recitando.

No existen palabras para completar el espacio vacío entre la vida y tú misma, todas las tardes observo el horizonte pensando en aquellas cortas señas de enojo y alegría, ambas a la precisión de un canto acústico.

Girando mi cabeza y mis ojos recorro cada rincón del tiempo que atraviesan tus encantos que, para mi serían los más hermosos, sonrisas, llantos, enojos entre otras facciones que irritan el estado del ecosistema social, ambiguamente no recuerdo las vocales que pronunciabas con tus labios rosas húmedos de ser tuyos.

Completamente desconocidas aquellas huellas que dejabas atrás mientras caminabas al precipicio de mi edén, sentado sobre el frío con la sentencia de doscientos días con los ojos fijos hacia tu movimiento ondular en todo su esplendor, convoca a los demonios a una junta para que asesinen mi llanto y olviden mi descaro de seguir tu camino como un felino al cazar.

Conquistar la más minúscula isla que existiese en mi imaginación podrá no ser la gran cosa, pero comparo la igualdad de sentimientos para girar una conversación con el viento, dominar el mundo es mucho más sencillo que tocar el brillo celeste que deja tu cuerpo despojado del nirvana al amanecer.

Con los ojos de matar podrías crear mi destrucción, mas sin embargo no controlo los pensamientos del mañana pero tú controlas mis pensamientos del presente, justo al momento de ver tu encanto fantasmal.

Es extremadamente extraño e innecesario pensar que pudiésemos morir tendidos al sol como dos rocas en un día de primavera, así también como el otoño gris que derrumba mi hogar dándome la esperanza de seguir la senda de tus pies al caminar sobre la tierra húmeda de mi propio infierno: mi decepción al caer contra tu mirada despiadada.

Sí cada quien hace lo que desea entonces yo derramare lagrimas sobre mi alma para que tu no sufras de sed en el largo futuro que espera un trágico final para todos.

Repleto de locura, horror, violencia y realismo escribo una carta para un destinatario que quizá no la lea, probablemente ni siquiera la sostenga, sé muy bien que no sólo me has visto con descaro sino que también tus sospechas son tan grandes para el tiempo que mis miradas se han dilatado con tan sólo saber que estarás donde yo.

Mi flor se ha marchitado, no existe ningún remedio, tal vez haya un método de salvar mi discreción y solamente será útil saliendo de tu espacio, aunque ya mis alternativas no dudan de sí mismas, mis nervios me traicionan justo cuando la palabra más hermosa (tu nombre) invade mi mente y perjudica mi integridad con la realidad, una realidad tan desagradable que prefiero quedar atrapado bajo el yugo de tus ojos y el laberinto de tu voz.

No necesito despertar para decirte te quiero y pronunciar tu nombre con la entonación más resplandeciente que jamás hayas escuchado, sólo dedico un grito, una guerra, un libro, una bandera y una palabra para darte mi destruido espíritu, aunque suene religioso es muestra de mi autoridad como persona dentro de un extraordinario mundo.

Extraordinario pero tan extraño lugar que es el mundo que así te conocí, simplemente de palabra y visión ya que mis recursos son tan pobres frente a tu preciosa personalidad y paradójica verdad sobre tu hermosa imagen personal, mientras tanto yo me he quedado desperdiciando el tiempo imaginándote con una sonrisa en tu rostro y el brillo de tus ojos que rodean mis brazos como si fuesen asesinatos de palabras evidentes.

Sólo basta despedirme en unas cuantas palabras más, nunca diría adiós y menos a ti que con tan admirable voz es inevitable conseguir un saludo de tu parte así que prefiero quedarme con tu palabra llena de alegría y consumir mi ser contigo dentro de mi mente y perdido en tu encanto agónico que me hace delirar un segundo a tu lado.

Tuyo

Hr. Dunkel