Mi personaje inolvidable

Una receta de sugerencias para elegir una aventura propia dentro de un sitio ajeno para no leer y juntar la leña y contar palabra por palabra lo que es sentarse a ver el fuego desde su origen hasta el termino de la algarabía por que sin lectores no habría protestantes... sin acordes ni canciones Bienvenidos, aquí ya comienza nuestro camino...















sábado, 4 de septiembre de 2010

A ti, como te llames

Aun recuerdo aquel día. Ese día te veías tan bella, tan radiante, como un rayo de sol en la mañana de invierno frió. Jamás había visto algo tan hermoso, algo tan precioso, eras como un tesoro encerrado en un cofre por miles de años esperando a ser descubierto por algún alocado aventurero.

Caminaba ufano por las calles pensando en la dolorosa vida que llevaba, en todas aquellas mujeres que me habían dejado el corazón partido en cachitos; y de pronto, giré mi cabeza hacia la derecha, ahí estabas tú, sentada en una pequeña fuente descompuesta y con el agua sucia. El solo mirarte provocaba un contraste sorprendente, la fuente vieja, descuidada y sucia con algo tan claro y pulcro como tú.

No podía dejar de mirarte, las ondulaciones rubias que caían de tu cabeza hacia tus hombros, tus ojos bellos, azules, tan puros como las aguas de un arrecife, tus labios perfectos, rosados. Eras tan hermosa que de pronto me perdí en ti, no pensaba nada, no sabía quién era, no sabía nada. Eras tú y nada más.

De pronto, sentí un golpe. Y caí al suelo; veía mucha gente, te veía a ti. Y después todo se volvió blanco.

Si, efectivamente, había sido arrollado; fallecí casi instantáneamente. Intentaron resucitarme en la ambulancia pero fue en vano. Poco después de eso, me enteré que me habías acompañado en mi trayecto hacia la muerte; de verdad te lo agradezco.

Sin más, me despido. Te llamaría tú por tu nombre, pero no tuve el valor de pedírtelo antes de morir. A ti, como te llames, Te amo.

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