Ahora coloquemos a nosotros mismos en un estado ebrio de palabras donde presentemos algunas circunstancias metafóricas sobre una vida prospera dentro del alago decadente de esos tiempos de antaño
Una silla café en medio del salón espera con frialdad, y misteriosita comenzaba a añorar los buenos vinos que servían en aquel lugar, a su respaldo dos insípidas y aburridas ventanas vigilaban la embriaguez de las sombras exiliadas, una luz, el cuarto se inundó de blasfemia y la pintura caída de las paredes cobraba las bienaventuranzas de los egocéntricos destellos que reclamaba el suelo.
La protección de la única entrada, las ventanas, llevaban colgando cuatro tiras de madera gris obscuro que entre sí formaban seis rectángulos, colgando del mostrador, una imagen del lugar, hacia la fotografía una pintura fresca de hace algunos minutos.
Se acercaba la noche y la silla aún helada renacía su olor a madera húmeda. Las lumbreras sin vidrios daban introducción a una laguna dentro del salón.
Las copas repletas de licor se derramaban sobre la barra que imaginaba la silla, vigilada por las ventanas una sobredosis de miedo y bajo las circunstancias la silla algunas astillas perdió, las gotas derramaban acido sobre sus patas, el fuego asesinaba su asiento y el viento de mil recuerdos se deshizo cuando la vela se apago.
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